Esta semana hemos disfrutado enormemente desayunando con Bárbara Malda.  Su sencillez, humildad y mirada ante la vida es un ejemplo constante para nosotros.  Barbara se ha dedicado al deporte de élite como jugadora de hockey hierba durante 15 años. Es también psicóloga del deporte, maestra de Educación Primaria y actualmente desempeña su labor profesional en el área de Recursos Humanos en  Sanitas (Bupa).

El deporte ha forjado su identidad como persona, le ha marcado una filosofía de vida y le ha aportado unos valores enormemente útiles que aplica a la hora de enfrentarse a las diversas situaciones que la vida plantea. En un mundo en el que existen pocas recetas, valores como el esfuerzo, la superación, la perseverancia, la paciencia, la tolerancia a la frustración… ofrecen excelentes resultados, especialmente en los momentos de adversidad. (Que ella ha vivido demasiados y desde su discreción y silencio supera de manera ejemplar – y nos dejará de hablar probablemente cuando lea esto 😉 ).  Desde su condición de psicóloga del deporte, maestra y profesional en el ámbito de la empresa, no deja de buscar la utilidad de la relación deporte-persona.

1. Un desayuno creativo que te despertara de verdad seria (cómo, dónde, con quién?)

En mi desayuno creativo no podría faltar café, pan y fruta. Sería en un lugar con vistas al mar o en la montaña. Agradecería un lugar silencioso, donde disfrutar de la quietud y de la naturaleza. La creatividad vendría de la contemplación del entorno y de la mano de una conversación.

2. ¿Qué es la creatividad para ti?

Una vez, escuché a un biólogo molecular interesado en neurociencia, decir que el cerebro es como una ciudad en penumbra, donde siempre hay avenidas, calles y luces encendidas. Y también muchas otras posibilidades de iluminación. Me gustó esta idea para pensar en la creatividad. Para mi, la creatividad tiene que ver con transitar una calle desde un recorrido distinto; caminar por avenidas no conocidas, no exploradas antes; encender nuevas luces. Claro que, para que nuevas iluminaciones se activen (puntos creativos), hay que atreverse y animarse a callejear por lugares nuevos, distintos. En este sentido,

la creatividad surge de ver, escuchar, hacer, conocer, experimentar, recorrer, aprender… algo por primera vez. Eso, necesariamente, te lleva a algo nuevo, a algo que nunca viste, escuchaste, hiciste, conociste… antes.

Por otro lado, pienso que todos somos personas creativas. No creo que existan personas creativas y otras no creativas; lo que existen son diferentes niveles de desarrollo creativo, de capacidad creativa.

3. ¿Cómo la incluyes o aplicas en tu día a día?

Básicamente, estando muy atenta a todo lo que veo, escucho, leo, descubro, aprendo… Pienso que el cerebro se enriquece, fundamentalmente, con la observación. Si tú observas, miras con detención, escuchas con cuidado, cultivas la lentitud, la reflexión, la lectura… vas incrementando el archivo de tu mente y luego, tienes a tu disposición una gran cantidad de material del que echar mano cuando lo necesite.

La manera en que aplico la creatividad es ir recogiendo ideas que para mi tienen valor en una disciplina, en un campo o ámbito determinado, y las extrapolo a otro campo. A mi, eso es lo que me ayuda y me permite generar nuevas ideas: llevarlas de un sitio a otro, acoplarlas aquí y allá, conjuntarlas, ensamblarlas. Eso lo hago a nivel de pensamiento. Y, si luego tengo la posibilidad de llevarlo a un segundo nivel de hacer, aplicar, experimentar…, procuro que así sea.

4. Qué incluyes en tu trabajo/proyectos para que sean más creativos y por tanto que te motiven más a ti y a tu organización.

Lo que hago, sobre todo, es intentar nutrirme de disciplinas, personas, actitudes, visiones, opiniones, comportamientos, procesos, formas de pensar… diversas, variadas, nuevas, diferentes.

Cuanta másdiversidad y más variedad haya, mayor riqueza y mayor creatividad se genera.

Cuando algo ha captado mi interés y mi atención, pienso en cómo ese algo me puede servir en otro contexto, en otra área, en otro ámbito. Si creo que una idea tiene valor en un ámbito determinado, reflexiono en cómo puedo trasladar y aplicar esa idea en otro ámbito. Y, sobre todo, mantengo una actitud de aprendiz permanente, tratando de tener una mente constantemente orientada al aprendizaje. Pienso que siempre estamos en construcción, que no sabemos todo, que todavía nos falta seguir aprendiendo. Tengo la mentalidad de que todo el mundo te enseña algo y que, de nuestras situaciones, cotidianas podemos aprender mucho; entonces, observo mucho, escucho mucho, me fijo mucho… intentando aprender.

5. Si te digo “culturas despiertas..” lo primero que se te viene a la cabeza es…

Un espacio abierto, flexible, adaptable, cambiante, diverso, movible, animoso, dinámico, inclusivo, con mezclas de edades, pensamientos, experiencias, profesiones, disciplinas… Y también un espacio que invita al diálogo, a la transversalidad, al intercambio de miradas, opiniones, filosofías, puntos de vista, etc.

6. Retrato robot de tu líder “perfecto”:

No me gusta hablar y pensar en un líder “perfecto”. Prefiero pensar en rasgos y características que para mí serían deseables en un líder. Algo que valoro muy positivamente en un líder, es su capacidad de hacer crecer a las personas que le rodean. Me gustaría estar cerca de una persona que me anime y me empuje a sacar lo mejor de mis virtudes, de mis habilidades, de mis fortalezas; también que me ayude a mejorar y depurar mis puntos débiles y mis carencias. Para eso, considero valioso que esa persona tenga una actitud solidaria y actúe con generosidad y con “vocación de servicio”. Una persona cuya primera preocupación fuera dedicar tiempo a conocer a las personas que integran su equipo, mostrando un interés genuino en ellas, no simplemente en el rendimiento o productividad que puedan generar.

Esta cercanía y esta conexión creo que generan vínculos de confianza y esto me parece muy importante, especialmente, para los momentos más difíciles, en los que haya que afrontar juntos la adversidad. También valoro mucho una persona que muestre disposición a comprender, que esté abierta a la escucha y al diálogo y esté atenta a las necesidades individuales y de grupo. Y, sobre todo, me gustaría tener como líder a una persona que enseña con su ejemplo, que inspira por lo que hace, que comparte sus conocimientos y que imprima confianza y entusiasmo.

7. Cómo es para ti el empleado “perfecto”:

Nuevamente aquí, no visualizo a un empleado perfecto. ¿Acaso existe? Lo que sí puedo decir es que la solidaridad y la generosidad son, de entrada, buenas cualidades a desarrollar cuando formas parte de algo que es más grande que tú: un equipo, una empresa, una organización. Me refiero a la generosidad con el líder/jefe para acatar y aceptar con el mejor ímpetu las decisiones que tome, ya que pueden ser decisiones que a uno no le gusten o no le beneficien directamente. Generosidad y solidaridad también con los compañeros y con el grupo de trabajo para comprender sus necesidades, ayudarles en lo posible sin medir la reciprocidad y tener una disposición de compartir esfuerzos. Generosidad también hacia los proyectos comunes, dejando de lado las individualidades y preferencias propias para anteponer los intereses colectivos.

A nivel más individual, destacaría como valores deseables en un empleado, que tenga una actitud comprometida, dedicada y perseverante con la tarea, con el trabajo y también una actitud responsable, pues pertenece y representa a una organización y eso, implica cuidar una imagen. Pienso también en un empleado que esté siempre abierto al aprendizaje, a la vez que se apoya en la humildad. Esto es, reconocer las limitaciones propias, pero saber también que uno siempre se está formando y que, por tanto, continuamente puede progresar, avanzar, mejorar, superarse. Por último, creo que es igualmente importante contar con empleados flexibles que tengan una buena capacidad de adaptación en general: al entorno, al contexto/situación, a nuevas maneras de hacer y trabajar, a nuevas relaciones e interacciones, que sepan convivir con diferentes personalidades, etc.

8. ¿Cómo crees que serán las organizaciones del futuro? Y tú ¿qué te ves haciendo en ellas?

Veo a las empresas del futuro dando un espacio y un lugar prioritarios a la salud, referida a todos los niveles. Salud en cuanto a lograr un mejor equilibrio entre la vida profesional y personal (conciliación, teletrabajo, flexibilidad horaria, etc.); preservar la salud mental y física (gestión del estrés, desarrollo de habilidades emocionales, programas que incorporen hábitos saludables, promoción de la actividad física, etc.). También creo que las empresas estarán (más) concienciadas por la “salud” del planeta, en términos medioambientales, con todo lo que ello supone.

Por otro lado, creo que entre los empleados serán requeridas una serie de habilidades y capacidades que tienen que ver, sobre todo, con la adaptabilidad y la flexibilidad a los entornos, a las culturas empresariales, a los tiempos cambiantes, a las necesidades del momento, etc. Esto supone que la polivalencia será un valor: personas moldeables que sepan funcionar de manera efectiva en distintos contextos y en situaciones diferentes.

En cuanto a lo que me veo haciendo en el futuro, la realidad es que no lo sé. Si algo nos han enseñado estos tiempos, es que la vida es muy incierta. Ahora bien, lo que sí me gustaría es hacer algo que tenga un impacto positivo en los demás y para lo demás y que también tenga un efecto beneficioso en la sociedad y para la sociedad.

9. ¿Crees que en las organizaciones de nuestra sociedad/sistema existe el espacio para el error? ¿Qué piensas acerca de integrarlo como una forma de crecer y avanzar

Sí. Pienso que debería existir otro enfoque del error, tanto en la sociedad en general, como en el mundo de las organizaciones en particular. Vivimos instaurados en una cultura que tiende a “castigar” el error y creo que, de esta manera, desaprovechamos una oportunidad fantástica para crecer, avanzar y mejorar.

Hemos adaptado (¿y quizá también aceptado?) la creencia del error como algo malo, algo negativo, algo que no debería ocurrir. Entonces, cuando llega el error, cuando cometemos un fallo, cuando algo no nos sale bien… nuestra confianza y nuestra autoestima se ven mermadas.

En este sentido, creo que deberíamos naturalizar el error, humanizarlo en mayor medida y convivir con ello de manera mucho más amigable.

Desde pequeñitos, deberían enseñarnos que errar forma parte de nuestro proceso de aprendizaje y que, bien utilizado, los errores pueden ayudarnos a cimentar nuestro camino de un modo más sólido, más robusto y, en definitiva, más rico. En lugar de quedarnos bloqueados en el error y castigarnos por él, deberíamos enfocarlo desde un punto de vista constructivo. Esta perspectiva nos puede ayudar a corregir el error, buscar otros caminos, pensar cómo hacerlo mejor la próxima vez, darnos la oportunidad de hacer las cosas más sabiamente (gracias a la experiencia previa). ¡Los errores pueden ser tan buenos profesores como los aciertos! Si somos capaces de transformar la visión negativa que tenemos de los errores y darles un sentido formativo y positivo, entonces pueden ser un excelente motor de aprendizaje y una fuente de crecimiento valiosísima. Creo que el problema no es errar, sino lo que hacemos con el error.

10. Cosas buenas que nos traerá el futuro y cosas del pasado que deberíamos salvar…

No soy capaz de imaginar qué nos traerá el futuro, pero sigo viendo avances científicos y tecnológicos extraordinarios en distintos sectores. Y creo que todo eso está muy bien, pero lo que deberíamos salvar –o quizá recuperar y reivindicar- es el papel de las humanidades que, lamentablemente, están muy orilladas. Me gustaría que pensáramos más en ellas, no sólo en la utilidad profesional que puedan tener, sino también para el tipo de sociedad en la que queremos vivir.

11. ¿Cómo ha cambiado la pandemia tu visión de la empatía y de la creatividad en las empresas?

Me gustaría puntualizar que, más que un cambio de visión, prefiero hablar de una “renovación” de la mirada con respecto a la empatía y la creatividad. Y, sobre esas dos cuestiones destaco, fundamentalmente, tres puntos.

En primer lugar, creo que la pandemia ha puesto de manifiesto algo que hasta ahora no teníamos quizá tan interiorizado, y es nuestra frágil dimensión biológica. La COVID nos ha hecho tomar clara conciencia del ser vulnerable que somos y de lo endebles que son nuestros cuerpos.

Esta constatación nos ha llevado a reconocer, por otro lado, nuestra (asombrosa y evidente) interdependencia humana. Especialmente durante el confinamiento, hemos visto que, cuando los lazos que nos conectan con los otros -ya sean de trabajo o de amistad-, se han visto estrechados o reducidos, pueden aparecer sentimientos de melancolía, tristeza, formas de soledad e incluso situaciones de aislamiento. Es entonces cuando asumimos algo que no se puede evitar: necesitamos/dependemos de los demás.

No vivimos en burbujas individuales aisladas, sino en comunidad y es, precisamente aquí, donde la empatía se vuelve crucial. Porque entendemos que, en circunstancias delicadas, lo único que nos queda es cuidarnos los unos a los otros. Necesitamos el acompañamiento del otro, la comprensión, la atención y la empatía del otro. Todo eso es los que nos sirve como red de apoyo para sostenernos y protegernos en el aspecto social, emocional, psicológico. En el aspecto de salud “global” y general.

Estos pensamientos me llevan al tercer punto, el de la creatividad. La pandemia nos ha desafiado a pensar en un nuevo “humanismo”, en el que identificamos a la tecnología como un aliado estratégico. Lo hemos visto y vivido claramente en tiempos de confinamientos y paralizaciones totales: la tecnología ha permitido y garantizado la continuidad de la cotidianeidad a nivel laboral.

El retorno a una normalidad post-pandemia debe invitarnos a reflexionar sobre un nuevo humanismo, en el que se resignifiquen las relaciones del ser humano con la tecnología y también con el medio ambiente. En este apartado es donde necesitamos de la creatividad para articular un mundo tecnológico (digitalizado) a través del cual poder comunicarnos e informarnos, al tiempo que mantenemos las relaciones interpersonales para continuar conviviendo de manera comunitaria, solidaria, compasiva, empática. De manera (más) humana.