
“Si no lo “haría” con el corazón, no lo haría”
Cuando Rodrigo me dijo esas palabras ofreciéndome un refresco sacado de su nevera, a punto de la lipotimia, me dije a mi misma: “qué bonita verdad y cuánto de común en todos los que estamos aquí”. Y es que el proyecto “El alma no tiene color” del colectivo Boa Mistura ha tenido mucho de arte y todo de corazón.
La propuesta llego a Trivergencia a través de un amigo común, dos semanas antes de que arrancaran a pintar las calles de La Cañada Real, preguntándonos si conocíamos algún cliente que pudiera aportar fondos para cubrir los costes generales. Y cuando leímos el pdf adjunto vibramos con todo el proyecto: su propósito estaba tan alineado con el nuestro que no pudimos evitarlo: ¿Cómo podemos ayudar?
La conexión con Boa (gracias Javier, Juan, .. todos!) fue desde el primer momento muy bonita. Su amabilidad y ganas de facilitar las gestiones inmensas, y su humanidad y humildad durante todo el proceso, un ejemplo muy inspirador. Y además, tuvimos la gran suerte, de ser invitados a conocer el proyecto de primera mano y participar con ellos y con todo el colectivo de la zona, a pintar las fachadas de sus casas, todo un honor.
Me fui hasta donde me indicaron con el coche procurando desmontar todos mis prejuicios en cuanto a los peligros de los accesos de la zona y confieso que con ciertas reservas. Con esa sensación infantil mientras conducía de “no sé dónde estoy, ni a dónde voy, y espero llegar sana y salva” ¡Qué atrevida es la ignorancia! Y cómo de traicionera es la mente si la alimentas con miedos y estigmas infundados.
Los míos se disiparon cuando llegué a la primera fachada reconociendo las fotos que Javi me había ido enviando por teléfono, y empecé a disfrutar del camino. Sector a sector y tal y como recordaba de la propuesta inicial, los versos de la canción de Antonio Remache iban sucediéndose entre una gama de colores e intensidad diversa que aportaba a todo el entorno una luz excepcional.
Ese martes tocaba el sector 4 y sector 5. Así que paré en cuanto les vi frente a la casa y a por todas. María me explicó los cómos, primero rascar las zonas pintadas o mas degradadas, luego blanco, esperar. Después el color y cuando secara más adelante las letras. Hacía ya muchos grados a las 11 de la mañana así que sin prisa sin pausa con mucho agua y mucha crema para el sol.
Allí conocí a Ángel, Mario, Rufino y Manuel. Pintaban, nos tiraban agua y refrescaban jugando, los más pequeños contaban sus sueños de futuro, lo que más les gustaba hacer. No quisieron cantarnos porque les daba vergüenza pero sus ojos brillaban solo de pensarlo. Nos reímos y sumábamos una energía entre todos los que iban apareciendo a colaborar, preguntar, coger una brocha, y aportar lo que fuera necesario a un ritmo sin descanso y a la vez donde parecía no pasar el tiempo.
Avanzamos con todos los bártulos hacia el sector 5 hacia las 14hs para dejar otra pared preparada antes de ir a comer. Y en ese último arranque de “venga venga vamos a por ello que nos queda poco”, yo que soy extra sensible al calor y me olvido, tuve que apoyarme sin remedio a descansar antes de que el mareo me tirara al suelo y fue cuando el vecino de enfrente (que recuerdo que era Rodrigo o así creí llamarle), me rescato con su generosidad extraordinaria y me acunó con sus palabras: “no me des las gracias, que si no lo haría con el corazón, no lo haría”.
Tan sencillo y revelador y tan de verdad. Este proyecto, como tantos otros, no salen sin esa parte de corazón tan grande y tan honesta que se necesita para implicar desde y para la diversidad, potenciar la grandeza de lo diferente, y aunar ilusiones comunes que superen las posibles barreras. Físicas, mentales o emocionales. Que en este proyecto, las ha habido como en todos, y de un calado social importante afectando a un barrio entero de Madrid que lidia con límites que es más fácil ignorar.
Gracias Boa por darme la oportunidad de romper los míos, (“de tanto viejo pensamiento”) y dejarme participar representando a Trivergencia, en la creación de algo tan bello interna y externamente. Por poder conocer a gente tan extraordinaria y confirmar que el trabajo colectivo que permite aflorar la creatividad y los recursos individuales de cada ser humano, es la clave del futuro. Todos tan distintos y a la vez tan necesarios. Desconocidos con el mismo objetivo. Trabajando al unísono con el silencio y la palabra. El trabajo y el abrazo. La mirada, el color, y el alma.